Querer demasiado
Familiares y amigos suelen decirme que yo quiero demasiado, y que eso sólo me hace daño.
Tal vez sea cierto. Es una de esas hermosas virtudes que a veces uno se lleva la joda de heredar.
Yo no creo en Dios, al menos no como la gente tradicionalmente suele hacerlo. Sin embargo, admito que en la biblia, entre la buena cantidad de atrocidades innombrables que contiene, se encuentran de repente dos que tres buenos consejos, al menos cuando se interpretan de la manera necesaria para la ocasión. Un pasaje que me gusta es uno que dice:
"Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca." Apocalipsis 3:15,16
El punto es que, en mi opinión, este mensaje se aplica a muchas cosas si no es que a todas. O se hacen las cosas o no se hacen. La vida es bastante corta como para andar queriendo a medias, odiando a medias, amando a medias, viviendo a medias. Si no somos fríos o calientes, es la vida quien acaba por vomitarnos de su boca.
A veces se me olvida, y paso malos ratos. Por eso, aunque me duela, yo quiero, y quiero mucho. Demasiado.
Dedicado a todas las personas que saben que las quiero, y que las quiero demasiado.