Valores -Templanza-
Continuando con la serie ética, va un fragmento de don Aristóteles sobre la templanza:
"Si el hombre templado es lo opuesto al intemperante, el hombre firme y paciente es lo opuesto al hombre débil y blando. La firmeza consiste en resistir y la templanza en dominar sus pasiones; pero es preciso notar la diferencia que hay entre dominar y resistir, lo mismo que entre no ser vencido y triunfar; y también es necesario colocar la templanza por encima de la firmeza que resiste y sostiene. El que sucumbe en lo que los más de los hombres resisten o pueden resistir, es de un carácter blando y débil, porque el decaimiento es una de las especies de la molicie. Uno, por ejemplo, se deja llevar su capa por no tomarse el trabajo de recogerla; otro se da aires de enfermo sin creerse sin embargo muy digno de lástima, por más que imite a los que realmente lo son. Lo mismo sucede con la templanza y la intemperancia. No nos sorprende ver un hombre vencido, sea por los goces excesivos, sea por dolores violentos; por lo contrario, se siente uno inclinado a perdonarle, si ha resistido en un principio con todas sus fuerzas, como el Filoctetes de Teodectes herido por la serpiente, o como Cercion en el Alope de Carcino, o como aquellos que, después de esforzarse en reprimir una carcajada, rompen a reír de repente, con gran ruido, como sucedió a Xenofanto. Pero cuando se deja uno vencer en los casos en que los más de los hombres pueden resistir, y no es capaz de sostener la lucha, entonces no tiene defensa, a menos que esta debilidad nazca de una organización particular o de alguna enfermedad, como en los reyes de los Escitas, en quienes la molicie era una herencia de familia, o como las mujeres que son naturalmente mucho más débiles que los hombres. La pasión desenfrenada de las diversiones y de los juegos podría aparecer como una especie de intemperancia; pero pertenece más bien a la molicie. El juego es un desahogo, puesto que es un descanso, y el que gusta demasiado de los juegos, debe ser incluido entre los hombres dados con exceso al reposo y al abandono.
Por lo demás, puede haber dos causas de intemperancia; el arrebato y la debilidad. Unos, después de haber tomado una resolución, no saben sostenerse en ella, porque la pasión los domina; otros se ven arrastrados por la pasión, porque no han reflexionado lo que hacen. Otros también, complacientes consigo mismos, pero no complacientes para con sus camaradas, sienten de antemano y prevén el asalto de la pasión, se vigilan a sí propios, mantienen despierta su razón, y no se dejan vencer por las emociones que les asaltan, ya sean agradables o ya penosas. En general los hombres vivos y melancólicos son los que sobre todo se dejan arrastrar por esta intemperancia, que puede llamarse intemperancia por arrebato. Unos por el ardor de su naturaleza, otros por la violencia de sus sensaciones, son incapaces todos de esperar las ordenes de la razón, porque sólo atienden a su imaginación y a sus impresiones."
Aristóteles, "Moral a Nicómaco", libro séptimo, capítulo VII
"Si el hombre templado es lo opuesto al intemperante, el hombre firme y paciente es lo opuesto al hombre débil y blando. La firmeza consiste en resistir y la templanza en dominar sus pasiones; pero es preciso notar la diferencia que hay entre dominar y resistir, lo mismo que entre no ser vencido y triunfar; y también es necesario colocar la templanza por encima de la firmeza que resiste y sostiene. El que sucumbe en lo que los más de los hombres resisten o pueden resistir, es de un carácter blando y débil, porque el decaimiento es una de las especies de la molicie. Uno, por ejemplo, se deja llevar su capa por no tomarse el trabajo de recogerla; otro se da aires de enfermo sin creerse sin embargo muy digno de lástima, por más que imite a los que realmente lo son. Lo mismo sucede con la templanza y la intemperancia. No nos sorprende ver un hombre vencido, sea por los goces excesivos, sea por dolores violentos; por lo contrario, se siente uno inclinado a perdonarle, si ha resistido en un principio con todas sus fuerzas, como el Filoctetes de Teodectes herido por la serpiente, o como Cercion en el Alope de Carcino, o como aquellos que, después de esforzarse en reprimir una carcajada, rompen a reír de repente, con gran ruido, como sucedió a Xenofanto. Pero cuando se deja uno vencer en los casos en que los más de los hombres pueden resistir, y no es capaz de sostener la lucha, entonces no tiene defensa, a menos que esta debilidad nazca de una organización particular o de alguna enfermedad, como en los reyes de los Escitas, en quienes la molicie era una herencia de familia, o como las mujeres que son naturalmente mucho más débiles que los hombres. La pasión desenfrenada de las diversiones y de los juegos podría aparecer como una especie de intemperancia; pero pertenece más bien a la molicie. El juego es un desahogo, puesto que es un descanso, y el que gusta demasiado de los juegos, debe ser incluido entre los hombres dados con exceso al reposo y al abandono.
Por lo demás, puede haber dos causas de intemperancia; el arrebato y la debilidad. Unos, después de haber tomado una resolución, no saben sostenerse en ella, porque la pasión los domina; otros se ven arrastrados por la pasión, porque no han reflexionado lo que hacen. Otros también, complacientes consigo mismos, pero no complacientes para con sus camaradas, sienten de antemano y prevén el asalto de la pasión, se vigilan a sí propios, mantienen despierta su razón, y no se dejan vencer por las emociones que les asaltan, ya sean agradables o ya penosas. En general los hombres vivos y melancólicos son los que sobre todo se dejan arrastrar por esta intemperancia, que puede llamarse intemperancia por arrebato. Unos por el ardor de su naturaleza, otros por la violencia de sus sensaciones, son incapaces todos de esperar las ordenes de la razón, porque sólo atienden a su imaginación y a sus impresiones."
Aristóteles, "Moral a Nicómaco", libro séptimo, capítulo VII
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