La belleza
Extraño post en la serie de valores.
Belleza
Música: “Because” Vocal Sampling (cover de The Beatles, del disco "Here Comes... El Son!")
Este post lo inicié hablando de mecánica de fluidos, y de alguna manera se contorsionó de manera que terminé hablando de la belleza. El post va dividido en secciones. En color amarillo va la base teórica, en color verde va la interpretación, y en color blanco, va la discusión posterior, que es realmente lo relevante del artículo, y a donde probablemente se quieran saltar todos aquellos a los que el conocimiento les causa urticaria (shame on you!).
Un fluido, ya sea líquido o gaseoso, puede fluir de dos maneras diferentes. A bajas velocidades de flujo, se tiene un flujo laminar, en el cual el flujo es uniforme y el fluido corre en líneas paralelas. A velocidades de flujo altas, se obtiene un flujo turbulento, en el cual el fluido deja de correr en líneas paralelas, y comienza a haber flujos cruzados y formación de remolinos. La velocidad a la cual el flujo pasa de laminar a turbulento se conoce como velocidad crítica.
Reynolds estudió las condiciones en las que un tipo de flujo cambia al otro en tuberías, y encontró que la velocidad crítica depende del diámetro del tubo, la viscosidad, la densidad y la velocidad lineal promedio del fluido. Estas cantidades están relacionadas en un número adimensional (es decir, sin unidades), al cual se le llama número de Reynolds, en su honor:
La turbulencia observada en tuberías se conoce como turbulencia de pared, y resulta del contacto del fluido con una frontera sólida. Además de este tipo de turbulencia, existe otro tipo, llamado turbulencia libre, que resulta del contacto entre dos capas de fluido moviéndose a velocidades distintas.
Para no hacerla tanto de emoción, lo que se muestra en la fotografía de fondo (resultado de una serie de alrededor de 100 fotografías) es justamente la transición entre el flujo laminar y el flujo turbulento. Debido a la diferencia entre la densidad del humo caliente y la del aire, el humo tiende a subir, fluyendo en régimen laminar (la parte inferior de la fotografía) y aumenta su velocidad conforme se eleva, hasta alcanzar su velocidad crítica, punto en el cual el fluido pasa a un régimen turbulento (región central de la fotografía).
Ahora bien, para la mayoría de la gente todo el discurso anterior puede parecer bastante ñoño, y de hecho tengo que admitirlo, lo es. Pero si se ponen a pensarlo, el mundo entero lo es, y este es precisamente el punto de este artículo, no el discurrir sobre mecánica de fluidos. El azul del cielo no es más que producto de un fenómeno de dispersión, el olor de las rosas es tan sólo una mezcla de ésteres y terpenos volátiles, la frescura de la brisa no es más que transferencia de calor por convección, y así sucesivamente.
La belleza es la propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual1. Pero la belleza no es en sí una cualidad propia de las cosas, sino una cualidad que nosotros somos capaces de atribuirle a las cosas, como hiciera ver el filósofo escocés David Hume a mediados del siglo dieciocho:
Beauty is no quality in things themselves: It exists merely in the mind which contemplates them.
Y del mismo modo en que podemos atribuirle esa cualidad a las cosas, también somos capaces de destituirlas de dicha cualidad. Me recuerda mucho la escena de “American Beauty” donde muestra que la cosa más hermosa que ha filmado es una bolsa de plástico bailando en el viento. Estoy convencido que no hay nada que no tenga algo que pueda considerarse bello (con excepción de “La Giganta” de José Luis Cuevas y la corbata de Javier Alatorre), sólo que es nuestro deber encontrar y aquilatar esa belleza.
Como le decía a Dei el otro día, hay veces que dejamos que la cotidianeidad nos robe de la belleza de las palabras, las emociones, las personas, etc. Por eso yo me propongo el buscar la belleza de las cosas comunes, y el no olvidar la belleza de lo que considero besho, aunque suene rebuznante.
Retornando al inicio (otro ouroboros, para los que los van contando), para mí esta fotografía representa una bella alegoría del estado crítico en el que vivimos, en el que un mínimo estímulo del medio puede causar la alteración súbita del camino que seguimos.
Trust me on that one.
Belleza
Este post lo inicié hablando de mecánica de fluidos, y de alguna manera se contorsionó de manera que terminé hablando de la belleza. El post va dividido en secciones. En color amarillo va la base teórica, en color verde va la interpretación, y en color blanco, va la discusión posterior, que es realmente lo relevante del artículo, y a donde probablemente se quieran saltar todos aquellos a los que el conocimiento les causa urticaria (shame on you!).
Un fluido, ya sea líquido o gaseoso, puede fluir de dos maneras diferentes. A bajas velocidades de flujo, se tiene un flujo laminar, en el cual el flujo es uniforme y el fluido corre en líneas paralelas. A velocidades de flujo altas, se obtiene un flujo turbulento, en el cual el fluido deja de correr en líneas paralelas, y comienza a haber flujos cruzados y formación de remolinos. La velocidad a la cual el flujo pasa de laminar a turbulento se conoce como velocidad crítica.
Reynolds estudió las condiciones en las que un tipo de flujo cambia al otro en tuberías, y encontró que la velocidad crítica depende del diámetro del tubo, la viscosidad, la densidad y la velocidad lineal promedio del fluido. Estas cantidades están relacionadas en un número adimensional (es decir, sin unidades), al cual se le llama número de Reynolds, en su honor:
La turbulencia observada en tuberías se conoce como turbulencia de pared, y resulta del contacto del fluido con una frontera sólida. Además de este tipo de turbulencia, existe otro tipo, llamado turbulencia libre, que resulta del contacto entre dos capas de fluido moviéndose a velocidades distintas.
Para no hacerla tanto de emoción, lo que se muestra en la fotografía de fondo (resultado de una serie de alrededor de 100 fotografías) es justamente la transición entre el flujo laminar y el flujo turbulento. Debido a la diferencia entre la densidad del humo caliente y la del aire, el humo tiende a subir, fluyendo en régimen laminar (la parte inferior de la fotografía) y aumenta su velocidad conforme se eleva, hasta alcanzar su velocidad crítica, punto en el cual el fluido pasa a un régimen turbulento (región central de la fotografía).
Ahora bien, para la mayoría de la gente todo el discurso anterior puede parecer bastante ñoño, y de hecho tengo que admitirlo, lo es. Pero si se ponen a pensarlo, el mundo entero lo es, y este es precisamente el punto de este artículo, no el discurrir sobre mecánica de fluidos. El azul del cielo no es más que producto de un fenómeno de dispersión, el olor de las rosas es tan sólo una mezcla de ésteres y terpenos volátiles, la frescura de la brisa no es más que transferencia de calor por convección, y así sucesivamente.
Beauty is in the eye of the beholder.
La belleza es la propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual1. Pero la belleza no es en sí una cualidad propia de las cosas, sino una cualidad que nosotros somos capaces de atribuirle a las cosas, como hiciera ver el filósofo escocés David Hume a mediados del siglo dieciocho:
Beauty is no quality in things themselves: It exists merely in the mind which contemplates them.
Y del mismo modo en que podemos atribuirle esa cualidad a las cosas, también somos capaces de destituirlas de dicha cualidad. Me recuerda mucho la escena de “American Beauty” donde muestra que la cosa más hermosa que ha filmado es una bolsa de plástico bailando en el viento. Estoy convencido que no hay nada que no tenga algo que pueda considerarse bello (con excepción de “La Giganta” de José Luis Cuevas y la corbata de Javier Alatorre), sólo que es nuestro deber encontrar y aquilatar esa belleza.
Como le decía a Dei el otro día, hay veces que dejamos que la cotidianeidad nos robe de la belleza de las palabras, las emociones, las personas, etc. Por eso yo me propongo el buscar la belleza de las cosas comunes, y el no olvidar la belleza de lo que considero besho, aunque suene rebuznante.
Retornando al inicio (otro ouroboros, para los que los van contando), para mí esta fotografía representa una bella alegoría del estado crítico en el que vivimos, en el que un mínimo estímulo del medio puede causar la alteración súbita del camino que seguimos.
Trust me on that one.
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