Más de historia
Algo de lo que me he dado cuenta revisando la historia, es que, como ya he mencionado en ocasiones anteriores, la historia la escriben los que ganan, y muchas veces nos quedamos con lo que nos dicen los libros de texto de la SEP y nuestros maestros de primaria. (No offense)
Una de las grandes víctimas de esta parcialidad histórica es don Porfirio Díaz. En mis libros de la SEP, me enseñaron la grandeza de la Revolución Mexicana, Pancho I. Madero, y don Venus. Porque ellos lograron derrocar al terriblemente malo dictador salido del inframundo Porfirio Díaz, quien se había mantenido en el poder por sepetecientos años.
Sólo falta mencionar los pequeñísimos detalles de que el mismo don Porfirio Díaz fue un héroe nacional, derrocando a Antonio López de Santa Anna (quien por cierto, inventó la goma de mascar). También participó victoriosamente durante la guerra de Reforma y en la Batalla de Puebla (por la cual tiramos bola sin saber por qué el 5 de mayo).
Fue durante el gobierno de don Porfirio que se construyeron 20,000 km. de vías férreas y la red telegráfica que comunicó al país. En este periodo la industria del país tuvo uno de los desarrollos más importantes en la historia de México, y la economía se estabilizó al punto de pagar la deuda externa con Estados Unidos. A ver cuál otro héroe de la revolución o sucedáneo suyo puede jactarse de lograr que el país fuera económicamente independiente de Estados Unidos.
Tampoco nos enseñan quién financió los movimientos armados de la revolución. ¿O a poco creen que cada quien hacía sus rifles y que las balas las encontraban tiradas en el suelo? (Adivinen quién no estaba contento de que México fuera económicamente estable).
Noto que la enseñanza de la historia en México, dándole el beneficio de la duda para no tildarla de tendenciosa, es por lo menos incompleta, y considero esto un factor importante en la incapacidad generalizada del mexicano para "ver las dos caras de la moneda" o "ver más allá de lo evidente". La historia debe ser el registro de los hechos, no de las opiniones del gobierno en curso sobre los hechos, y debe enseñarse como tal. O ¿alguien de mi generación recuerda que le hayan enseñado sobre la matanza de Tlatelolco, o la masacre de Corpus Christi en los libros de la SEP?
Esta es la carta de renuncia de don Porfirio, que si bien no era del todo un Angelito, tampoco fue el malévolo dictador que nos pintan.
A los CC. Secretarios de la H. Cámara de Diputados.
Presente.-
El Pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo durante la guerra de Intervención, que me secundó patrióticamente en todas las obras emprendidas para impulsar la industria y el comercio de la República, ese pueblo, señores diputados, se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, es causa de su insurrección.
No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social; pero permitiendo, sin conceder, que pueda ser culpable inconsciente, esa posibilidad hace de mi persona la menos a propósito para raciocinar y decir sobre mi propia culpabilidad.
En tal concepto, respetando, como siempre he respetado la voluntad del pueblo, y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución Federal vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente Constitucional de la República, con que me honró el pueblo nacional; y lo hago con tanta más razón, cuando que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.
Espero, señores diputados, que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional, un juicio correcto que me permita morir, llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas. Con todo respeto.
México, Mayo 25 de 1911.